Caminaba, a paso intrépido por senderos angostos que se abalanzaban sobre su figura despojándola de todo sentimiento, ciertos dejos de dulzura, cierta melancolía.
Todo una fachada, un verdadero hijo de puta, mala semilla, come nenes. Entre sus hobbies podría mencionar el alpinismo de casas y su variante con entrada por ventanas superiores y así también su otro hobbie, el de sacar fotos.
Para sus adentros pensó que era una locura, sus manos sudadas y temblorosas apretaron el botón del obturador. La imagen estaba grabada.
Al otro día se levanto y tenía raspadas las rodillas. No podía recordar mucho, salvo que le habían mandado unos matones a prepotearlo, mandados por Carlos Raúl, un impotente con fantasías de gangster, de traje arrugado y pistola de cromo, una verdadera cucaracha del barrio chino, otro de la fauna citadina.
Como si las flores marcharan, exclamo. ¡Un ejercito de flores! Es la tercera guerra mundial. Por fin se levantaron, ya todo intento de resurrección era en vano. El hombre ha caído y otro héroe y otro monumento que se levanta. ¿Para que? ¡¿Para que?! Se pregunta en vano una y otra vez. Luego se dice a sí mismo que los héroes no están ni en películas ni en las historietas, que se encuentran en la calle, en cualquier lugar, en una maquilladora hasta en una prostituta; pero para él las heroínas verdaderas son las mujeres y no las drogas, las que te vuelan la cabeza, porque ellas son las que te ponen cuatro mil kilos de T.N.T. y saltan pedazos de cerebro por todos lados y manchan la repisa de mamá y el cuadro de Rigoletto y mi cara.
Su cuerpo, gloriosa figura del espacio partió de suspiros. Se encontraban, sudadas sus manos, posadas sobre las mías. El ventanal estallaba afuera, mientras los soldados acataban las ordenes del Sargento Perez (hombre robusto, pelado y con una pierna coja)
Todo una fachada, un verdadero hijo de puta, mala semilla, come nenes. Entre sus hobbies podría mencionar el alpinismo de casas y su variante con entrada por ventanas superiores y así también su otro hobbie, el de sacar fotos.
Para sus adentros pensó que era una locura, sus manos sudadas y temblorosas apretaron el botón del obturador. La imagen estaba grabada.
Al otro día se levanto y tenía raspadas las rodillas. No podía recordar mucho, salvo que le habían mandado unos matones a prepotearlo, mandados por Carlos Raúl, un impotente con fantasías de gangster, de traje arrugado y pistola de cromo, una verdadera cucaracha del barrio chino, otro de la fauna citadina.
Como si las flores marcharan, exclamo. ¡Un ejercito de flores! Es la tercera guerra mundial. Por fin se levantaron, ya todo intento de resurrección era en vano. El hombre ha caído y otro héroe y otro monumento que se levanta. ¿Para que? ¡¿Para que?! Se pregunta en vano una y otra vez. Luego se dice a sí mismo que los héroes no están ni en películas ni en las historietas, que se encuentran en la calle, en cualquier lugar, en una maquilladora hasta en una prostituta; pero para él las heroínas verdaderas son las mujeres y no las drogas, las que te vuelan la cabeza, porque ellas son las que te ponen cuatro mil kilos de T.N.T. y saltan pedazos de cerebro por todos lados y manchan la repisa de mamá y el cuadro de Rigoletto y mi cara.
Su cuerpo, gloriosa figura del espacio partió de suspiros. Se encontraban, sudadas sus manos, posadas sobre las mías. El ventanal estallaba afuera, mientras los soldados acataban las ordenes del Sargento Perez (hombre robusto, pelado y con una pierna coja)
No hay comentarios:
Publicar un comentario